SABORES

TEMA DE ESTA SEMANA : » SABORES» 

En esta oportunidad seleccionamos una serie de fotografías donde el común denominador es LA COMIDA. Elegimos este tema porque el comer reúne, intervienen todos los sentidos en ese acto, evoca recuerdos, lleva impregnada la comida historias familiares, de pueblos, de culturas que se resisten al olvido.

Microrelatos enviados sobre tema «sabores»

1. Curso de cocina Oriental por Alejandra Guzzini

No lo puedo decir de otra manera.

 Le metí los cuernos a mi marido. No sé como pasó. O sí. Obvio.

 Yo, una simple ama de casa consagrada al hogar. Infiel. Qué palabra.

 Llevo unos meses asistiendo a un curso de cocina oriental, no porque me encante cocinar ,sino por tener la excusa perfecta para salir de mi casa.

 Él es mi profesor, un tipo de vitalidad y alegría arrolladoras que da las clases en su casa.

Comenzó a contagiarme su entusiasmo por lo culinario ,las mezclas, los olores, aromas y texturas de oriente que fueron despertando mi curiosidad y otras cosas asociadas al placer de los sentidos.

 Algunas veces me quedo a ayudarlo a lavar la loza y a dejar todo recogido porque no resisto el desorden, y él, me deja hacer riendo limpiamente. Y allí entre woks,restos de sushi y condimentos mi mirada tropezó con la suya, que desató uno a uno todos los nudos de mis resistencias.

 Y los tópicos de todas las películas se hicieron realidad. Ahí mismo comenzamos entre ollas y fogones y terminamos en su cama, donde me fue quitando la ropa y el pudor o el pudor y la ropa según se mire.

 La lucha entre el deber y el deseo duró solo el tiempo que tardé en darme cuenta de que podía concederme todos los permisos. Nadie oye la voz de la conciencia cuando el cuerpo despierta de su letargo.

 Y en realidad, no quiero saber mucho sobre él, sólo quiero este momento. Donde soy perfecta.

2. El mate por Mateo R.

«Se enfrió el agua de la pava

y se ha congelado el corazón,

este mate esta lavado

y la mente esta revuelta.

Dulces y amargos,

fuertes y suaves,

cortos y largos,

la vida es lo que ves.

Los mates son el cuerpo

nuestro cuerpo

los hay de madera y…

los hay de acero.

La bombilla, el conducto,

por esta pasa la vida,

se tapa y varias veces,

te sorprende.

El agua es el flujo principal,

es vida.

Es presente, pasado y futuro,

es muerte.

Cada mate es un momento,

cada pava una etapa,

en cada uno esta

otra cebada.»

3La olla por Enrique Cerezo

Mi abuela era gallega. Su historia daría para varios relatos. Baste decir que de ser la “gallega que vino con una mano atrás y otra adelante”, llegó a estar en una posición privilegiada y luego, como al principio, tuvo que trabajar como cocinera durante 25 años en una casa particular.  Ya jubilada, vino a vivir con nosotros. Entre las cosas que nunca dejaron de acompañarla, estaba la olla. De “fierro”, negra, ovalada, pesada, con tapa.

            Claro, en mi casa no podía quedarse quieta y también cocinó. Las salsas y los guisos que salían de esa olla, eran para saborear en el paraíso.

            Con fideos, papas, choclo, tomate (natural por supuesto). Cuando estaba cocinando, a media mañana, nos llamaba a mi hermano y a mi para darnos un “torrishco” (no se como se escribirá en gallego, pero a mi me sonaba así) pedacitos de carne cocidos en esa salsa que se estaba gestando, acompañados con un pedacito de pan. Han pasado más de 50 años y ese aperitivo no escapó a mi memoria.

            Mi abuela se fue hace mucho. La olla está en mi poder. Hoy encontramos unas baterías de cocina modernas, que anuncian una serie de maravillas. Velocidad para cocinar que permite “estar menos tiempo en la cocina y más con mi familia”. He probado muchas. Ninguna me dejaba el sabor de aquellos guisos, de aquellas salsas.

            Hace unos días busque la olla. La limpié. Cociné un guiso con los ingredientes que recordaba. Incluso me comí un “torrishco”. Salió perfecto, sabroso, con sabor a mi infancia, a mis juegos a mis paseos por la plaza de la mano de mi abuela.

            De algo estoy seguro. No fueron mis artes culinarias.

4. La taza del cuento por Virginia Muñoz

En la casa de mi abuela, no había muchas cosas. Me di cuenta cuando desarmé la casa de mi mamá de cuan austera había sido la abuela. Mi casa materna rebosaba de cosas, de cajones y estantes atiborrados de recuerdos, tan guardad os que muchos de ellos jamás los había visto. En contraposición solo algunos libros de poemas, algunas fotos y pocos objetos quedaban de la abuela.

La casa de mi abuela era un departamento interno, pero con unos ventanales enormes con vidrios de colores que inundaba de luz cada rincón. Mi casa materna daba a una avenida ruidosa pero en la vereda de la sombra, por lo que la luz era escasa y de una tonalidad mas bien fría.

Por más razones que la luz, aunque creo que influyó, yo elegía estar más tiempo en la casa de la abuela. Allí había magia entre las ventanas, el enorme baño con la bañera con patas, los armarios en donde encontraba libros de poemas antiguos y los aparadores que guardaban poca vajilla y unos manteles bordados a mano.

De esa vajilla cotidiana sobresalían unas tazas de un rosa intenso, con flores en relieve en color blanco, parecían de juguete pero eran de tamaño como para un café con leche en pleno invierno.

Los domingos por la mañana con la habitación todavía oscura, de pronto la puerta se abría y en el contraluz aparecía la silueta de la abuela. La bandeja, el café con leche en la taza rosa y el olor de las tostadas me decían que la casa de la abuela era un cuento y que yo estaba adentro.

5Encuentro por Marcela Roldan

Todos los jueves, a las 12 en punto me  encuentro  con ÉL. Llueva o truene entra y se sienta justo enfrente de mí, a dos mesas de distancia.

Viene envuelto en olores de otras vidas, con unas manos que mueve sin  poder controlar y una sonrisa que me hace pensar bonito.  Lleva casi siempre camisa y jean y un perfume que atraviesa el espacio que nos separa y se me mete en la piel.

Lo  escucho hablar de sus hijas, de Boquita, poco de su trabajo, casi nada del amor… Y puedo presentir su pasión, sus ganas, una vida que supongo interesante.

Aguzo el oído para, esta vez, escuchar entre líneas y saber, por ejemplo, si hay algo que lo asusta, qué cosas lo hacen reir, si alguna vez le rompieron el corazón.

Y cuando llama al mozo para pagar, quiero creer que me ve, que se dio cuenta que lo miro. Pero se va  y pienso que es mejor así, que es una manera de un «tal vez sea posible» y que al menos me quedan los jueves.

6La comida por Claudia Ripani

La comida… dos palabras sencillas que encierran tanto…

Hoy nos vemos, nos juntamos y a continuación la famosa frase dicha por todos: ¿que comemos? ¿Que llevamos?…

No concebimos una reunión familiar, de amigos sin esas dos palabras que han sido y serán una parte integral de nuestras vidas.

Comer una cuestión ancestral, y que a pesar de las dificultades es y será la más noble de las actividades humanas.

La comida y la cocina traducidas las dos en un encuentro social donde se impone el dialogo, en encuentros cálidos y familiares. Ni hablar donde la descendencia, en mi caso, italiana ha tenido una influencia fundamental, sensaciones, olores, sabores de comidas que nos devuelven infinidad de recuerdos….mi bisabuela toda vestida de negro, italiana del sur, con su pelo larguísimo y cano, el cual trenzaba a la mañana frente a un espejo chiquito dándole forma a una larga trenza la cual colocaba enroscada sobre su cabeza en una cocina donde hervían continuamente ollas, donde el vapor empañaba las ventanas de una casa de chapa con piso muy rustico, donde la mesa de madera era solo para cuatro personas ….. el palo de amasar, el delantal lleno de harina…………… imágenes que quedan en nuestras mentes y en el olfato,. Cuantas veces pasamos por algún lugar y tal o cual olor a comida nos recuerda imágenes fugaces, lindos o malos momentos vividos y que nos hacen gustar o no algunas comidas.

Todos esos conocimientos culinarios pasados de generación en generación, mi abuela y sus incomparables ravioles de verdura y seso, el relleno de las empanadas de carne y las salsas que aun en la actualidad ninguno de sus nietos pudo igualar en sabor , aun siguiendo la receta con ella al lado indicándonos. La famosa mano de la cocinera…….

Seguimos las tradiciones y cada vez que pensamos en agasajar acto seguido viene la comida, imágenes de todos alrededor de una mesa, sentados en un sillón, sinónimo de alegría, reencuentros, charlas y sobre todo AMOR.

El binomio perfecto COMIDA- AMOR. Lo hemos transmitido a nuestros hijos y familia, el famoso sabor y olor a hogar donde la famosa frase “no hay como la comida de mama!”

Por eso creo que con placer y sin culpa debemos no dejar de disfrutar, de querernos y reunirnos frente a una mesa reconfortándolos donde el amor “ENTRA POR LA PANZA”

7Aquellos sabores de otras épocas por Marta Centineo

Si te animas a recordar las comidas de esos tiempos, seguramente te vendrá a la mente tu madre, abuela, padre, abuelo, tío que invertía un tiempo, que hoy ocupan los deliverys y antes, desde la previsión de los ingredientes, y la elección de que cocinar ocupaban el tiempo de ellos para resguardar nuestra alimentación, pensando en nuestra salud y en cuidar el bolsillo, porque siempre existía la previsión.

Me permito en este momento traer al presente a mis tíos abuelos de la calle Chacabuco con su magnífica despensa, un cuarto de la casa antigua, que todavía sigue en pie, donde las estanterías guardaban recelosas dulces caseros, galletitas, fiambres, verdura y algunas cosas en lata que aseguraban el manjar de la mesa de todos los días.

Como olvidar a mis abuelos, en sus tiempos de comercio en plena calle Maipú, y 9 de Julio, donde todo lucía de un modo tan diferente al actual…

El Lito en su carnicería,  nosotros, siendo niños, corríamos una cortina de cadenitas de metal y entrabamos en una suerte de parque de diversiones de la época donde podíamos llenar a nuestro antojo bolsas de papel madera con galletitas que salían de latas que al frente en un círculo de ventana, dejaban ver las que más nos gustaban.

Detrás, tras trasponer una larga galería vidriada, estaba la abuela Adelina, amasando, cocinando, matambres, pastas, pasteles, empanadas, todas aquellas cosas que ya la gente de esa época que había dejado de cocinar porque debían reinvertir su tiempo compraban con deleite.

También te recuerdo a ti, abuela LaLa, aunque no te gustaba que te dijeran abuela, por tu coquetería, igual te las ingeniabas para proveer en tus cumpleaños y reuniones algunas de tus especialidades: uvas en caña, ensaladas de fruta, tu heladera con la manija de bocha blanca y tu mesada negra eran el mágico lugar para disfrutar de tu inigualable café batido, tus tostadas recién hechas y el frasquito de esencia de vainilla, de color lila que un día, junto a alguna monedas me animé a arrebatar, recibiendo mi primer reprimenda por haber transgredido la norma.

Y llego a ustedes: mi madre y mi padre, por razones de proximidad etaria: los veo en mandados de fin de semana, con bolsas grandes de verdura, fruta, carne, lácteos,  doce platos por día había que garantizar, éramos 6 de familia, media docena de diferentes edades y necesidades.

No existían mercados grandes, se hacía quinta o huerta, se cocinaba, se lavaba a mano, se planchaba y también se realizaban entre los integrantes del hogar todas las tareas domésticas, el tiempo no sobraba, ni siquiera alcanzaba.

Existía programación, división y proyección de las tareas y una idea de respeto por lo que cada uno realizaba y aportaba para el bien común.

Seguramente todos recordarán en que consistían los momentos de encuentro:

Celebraciones de cumpleaños, aniversarios, algún fin de semana especial en el que venía alguien de visita o se degustaba una comida y se ofrecía el mejor vino, no éramos muchos, los justos para conversar, mirarnos a los ojos, saber que sentía o pensaba cada uno, cantar con la guitarra y reírnos…

Que este momento de espera, de ponernos en situación de quietud y observación nos permita abrir baules, placares, bibliotecas, en donde fotos, recetas, libros, historias, nos permitan revivir y hacer vivir a los jóvenes experiencias que los transportarán a un pasado no tan lejano y valioso para que puedan reconstruirse en un presente que nos invita a conectarnos con la lentitud de los tiempos de nuestros mayores

8. Tarde de lluvia por Claudia Lucia Mendez

Es inevitable…tantos años y me parece mentira que todavía me suceda…. La sensación me empieza de a poco, sin darme cuenta, con una pizca de nostalgia…

El cielo gris, el ruido de las primeras gotas sobre el techo, algún trueno lejano, el olor a tierra mojada….

Y me veo, con mi guardapolvo blanco, mirando por la ventana del aula, pensando que si, si se va a largar a llover, que bueno, si, si!! No me importa mojarme, son pocas cuadras, cruzando la plaza del tanque llego enseguida.

En mi imaginación ya lo siento, ese olorcito inolvidable, hasta oigo el crepitar del aceite caliente en la olla. Entro, casi corriendo llego a la cocina. Y ahì me està esperando ella, parada junto al fuego,  echando al aceite, ,uno por uno, los infaltables buñuelos de tarde de lluvia.

Pasaron tantos años….sin embargo para mi es como un legado no escrito, està en mi tradición familiar, tarde de lluvia, tarde de buñuelos.

Mis hijos  dicen que me salen buenísimos, redonditos, sequitos, esponjosos… y mientras los espolvoreo con azúcar,  vuelvo a sentir esa melancolía, esas ganas de saborear de nuevo los buñuelos de mi mamà en tardes lluviosas .

9El origen de la música por Maria José Sanchez

            Ni me acordaba que la tenía. De hecho, de seguro me daba un poco vergüenza, por eso la debo haber puesto tan atrás en la alacena: para esconderla. Es que la taza estaba decorada con una escena navideña cursi: niños blancos, felices y anhelantes, adornando un árbol inmenso coronado por la tradicional estrella en la punta.

            La cosa es que empezó a sonar el villancico y yo no entendía de dónde salía la musiquita. Hasta que, guiada por el oído, entendí. La taza, lo recordaba bien, tenía un dispositivo electrónico que se activaba con el calor, y sonaba. Cantaba, digamos.

            Abrí la alacena y ahí estaba el origen de la música. Claro que no había líquido caliente que activara el pequeño mecanismo. Absorta, la tomé entre mis manos, preguntándome cómo podía ser que la pila durara tantos años. Mi abuela me había regalado esa taza hacía ya tantas navidades que no podía precisar cuántas. Por eso todavía estaba ahí.

            Le quité la eterna pila al aparatito que estaba pegado en la base y dejó de sonar en el acto. Devolví la taza a la alacena y antes de cerrar la puerta la volví a acomodar, por delante de las otras tazas.

10Hacete unos mates por Marta Pontaroli

“Hacete unos mates” esas tres palabras que nos unían en una época de trabajo incansable, niños pequeños, vorágine inimaginable. Ritmo, ritmo y a moverse. No estaba permitido el ocio. Casi que era una mala palabra.

Y…cuando las tres palabras mágicas aparecían se paraba el mundo, la rutina se detenía y ya no podía pasar nada más importante por nuestra existencia, “HACETE UNOS MATES” suplía todo lo que en algún momento era insostenible.

Sí…era media hora, cuarenta minutos, quizá se extendía un poquito más, y en ese momento el tiempo no perturbaba nuestras mentes, lo apreciábamos y estrujábamos a nuestro antojo. Se disfrutaba…

Hacete unos mates empezó siendo nuestro espacio, nuestro encuentro tan anhelado, nuestro momento. Y…un día me di cuenta, después de muchos años y mucho aprendizaje, que ya no había habido tantos mates entre nosotros, atribuido en ese momento, quizá a otras demandas, otras necesidades, los chicos crecían y las demandas, también

Y HACETE UNOS MATES” se fue diluyendo poco a poco, paso a paso, palmo a palmo.

Hoy los mates son otros…mates con amigos, con hijos, conmigo…

No corras y no importa con quién, pero PARÁ Y HACETE UNOS MATES!

11«Encuentro semanal» por Paola Celentano

Llegar a tu casa es como una historia de cuentos, ni bien toco la puerta, un olor a comida casera inunda mis sentidos de tan manera que hoy a la distancia todavía puedo sentir. Es sábado y me encanta levantarme de la cama sabiendo que me espera una mañana distinta, me preparo y corro a tocar el timbre de tu casa. Ahí estás vos, mi Lala, como me gusta llamarte, esperándome con el mate calentito y esas masitas recién horneadas, con tus 90 años me esperas feliz de saber que vamos a compartir nuestro encuentro semanal. Comienzas a relatarme historias de antes, de tu infancia, del campo y yo te escucho como chico oyendo relatos infantiles, tratando de atesorar cada palabra en mi memoria, para no olvidar jamás. Vos seguís charlando y mi mente ya está pensando en nuestro próximo encuentro, la siguiente charla, esperando que ese sábado no sea el último. Es que nos vamos poniendo grandes y ya no queremos que el tiempo corra, queremos que cada encuentro sea interminable.

12. El mate por Cristina Erro

Quizás es por este momento, de estar para adentro

Entonces, tengo cosas de tiempos, detalles, que ahora son generalidades

Y, me vuelvo a un mate, que no tiene nada de practico, ni estilo, solo un pedacito que trasladaba, estaba en todas, tristezas, romances, amores, peleas, miedos, logros, fiestas, lugares, y tantas, que yo no sé cómo pasaban

Ahora, no vale detallar cada una de las tantas, pero si, que hasta una guerra, 1982

Este año empezó el traslado del mate

Pasaron años, cosas, tiempo y vida y, en los estantes hay varios mates, pero ese, que no uso, porque dije, no era practico, sigue los circuitos del tiempo, de los años, de la vida

Y sé, porque lo veo, cada vez que lo miro, es mi padre

Es eso que te dan cuando te vas. No es medallita, anillo, ni dinero

Es lo que tocas todo el tiempo y en tiempos de frio de adentro

Y asi, en este apuro de vida, que siempre, todo es generalidades, encuentro estos detalles.

13. Manzanas y canela por Raquel Artola

Una semana antes comenzábamos con los preparativos, es que la idea de pasar un fin de semana en el campo nos entusiasmaba, ansiosos esperábamos partir a esa aventura que era ir a la casa de la tía Francisca, casi una abuela para nosotros, recorríamos el polvoriento camino, hasta llegar al sendero bordeado de doradas espigas, y al final entre pinos y eucaliptus asomaba como salida de un cuento, la casita.

Lentamente por el caminito rodeado de ligustros salía ella, delantal gastado, un rodete que recogía el pelo que nunca había cortado, vestido negro, nos recibía con una sonrisa revestida de arrugas, que traslucía lo lindo y también lo sufrido en su larga vida.

Los perros ladraban en el patio, alborotando las gallinas que huían despavoridas. Al entrar al jardín, malvones y hortensias rodeaban al gran manzano con sus rojos colgajos brillantes y perfumados, más tarde los robaríamos para preparar el codiciado pastel, el de la vieja y secreta receta traída de su Amézqueta natal…

“Vosotros cortáis las manzanas prolijamente, mientras yo preparo la masa…” ordenaba, mientras en una vetusta radio a batería oía la misa del domingo… harina, mantequilla, agua fría y una pizca de sal… Gure aita, eguin nahi serruan ¿Es que vosotros no rezáis? Preguntaba, como íbamos a rezar, si el sacerdote hablaba en latín y ella en vasco, faltaban años para aquel “Podéis ir en paz” que el Papa Pablo VI dijo en castellano. A las manzanas trozadas le agregábamos azúcar morena, canela, jengibre y vainilla… Gure ondan, gure ondan, nahi zaitaugú…Seguía el rezo, mientras con fuerza daba forma al bollo de masa, que luego estiraba, mientras las manzanas chillaban dorándose en la mantequilla.

Hasta el patio llegaban invadiendo un mundo de aromas, el horno templado esperaba el codiciado pastel, cuarenta minutos después con mucho cuidado, como en una ceremonia retiraba la fuente, que como un milagro seguía crujiendo.

Un aire fresco se colaba por la ventana, ayudando a enfriarlo, y cortado en pequeños trozos sería nuestro postre, limpiando sus manos en el gastado delantal, la tía Francisca repetía Gure ondan… Gure ondan, esos aromas y sabores permanecen en mis recuerdos entre sonrisas y nostalgias y añoranzas.

14La hora del Te por Clara Truppel

Crecí sabiendo que la hora del té significaba la llegada de mi abuela galesa, quien había llegado de niña a la Argentina y sus tradiciones las mantuvo hasta su muerte.
Visitarla en su casa a la hora del té significaba una mesa puesta con tazas y platillos y la tetera infaltable con el té en hebras en el fondo del agua hervida. Y la leche fría en una pequeña lecherita, sólo un chorrito. Sus scones caseros, dulces pero saladitos, esos que nunca volví a saborear, desde que ella se fue para siempre.
Llegué a los 18 años sin haber probado el mate , pero llegó ese día y fue cuando conocí al amor de mi vida y él me enseñó a preparar ese primer mate, tiempos de estudiante, de rebeldía y compartir. La hora del té no volvió, llegó el mate nacional y popular tan nuestro.
Hoy la hora del té es la hora del mate, ese que compartimos entre charlas.
Mi abuela galesa vive en mis recuerdos de la infancia. Esa hora del té con sus deliciosos scones , seguirán ahí bien guardados en el alma.

  1. YamileEDITARHermosos relatos que llevan a otro tiempo,de nostalgia,de niñez impregnada en el alma y en la piel. Dificil votar.Aqui va mi voto ,es una apreciación personal. El nro 9 por q esa taza se volvera a usar. El nro 12 porq ese mate quedo impregnado con todos los sabores existentes nacionales ,publicos y privados. El nro 2 porq me simboliza un mate q es pasado ,presente y futuroResponder
  2. CristinaEDITAR5. Encuentro. porque es todo pensamiento e intuicion
    8. Tarde de lluvia. me gusto la delicada definicion de los buñuelos!!!Responder
  3. MateoEDITARMuy interesantes todos, muchos cargados con melancolía ¿Será por la cuarentena?
    Mi voto es para:
    10. «Hacete unos mates» por Marta PontaroliResponder
  4. FernandaEDITARMi voto es para:
    5 «Encuentro»… idealizar momentos de la vida es una forma de vivir también…!!!Responder
  5. GuillerminaEDITARVoto por Manzanas y CanelaResponder
  6. crisEDITARViajera, no marioneta..excelenteResponder
  7. Johnny CiaoEDITARMi voto va para el Cuento de Marta Centineo, Aquellos sabores de otras épocas. y también una Voto para el cuento Manzanas y Canela de Raquel Artola.
    Muy buena propuesta y sigan así.Responder
  8. RosanaEDITARTodos muy lindos, voto el número 1.Responder
  9. Maru SilvaEDITARHola!, magnífica propuesta y excelentes resultados. Linda inspiración para escritores que le sacan el jugo al tiempo ocioso. Mi voto es para 9-El Origen de la Música. … la síntesis de lo que nos pasa en estos tiempos de revolver cajones y acomodar aparadores, la aparción de un hermoso recuerdo y una vez hallado queremos mantenerlo en primaria atención.Responder
  10. AlejandraEDITARQué preciosos relatos!
    Un lujo participar de esta iniciativa!
    GRACIAS!Responder
  11. GabrielaEDITARHermosos todos!. Muchos sabores, mucha familia, muchos encuentros se leen en estos relatos!!
    Voto por «La olla» . La abuela gallega me llegó!!Responder
  12. ClaudiaEDITARTdos lindos sobre todo porque reflejan vivencias. Voto por el 5Responder
  13. LeticiaEDITARMe encantó la abuela galesa
    » la hora del te »
    Simple pero me sentí reflejada cuando le preparo el te a mi nietaResponder
  14. Juan CiaoEDITARExcelentes! Relatos que despiertan recuerdos de aromas, sabores y sensaciones.Mi voto va para el relato nro 2.El mate entre amigos/familiares/compañeros en estos días se encuentra como una práctica prohibida, pero no habrá pandemia que apague las pavas argentinas que volverán a cebar unos buenos mates cuando todo esto pase.Responder
  15. SuasyEDITARPrimero agradezco a todos los que han participado que es el objetivo principal que teníamos con esta iniciativa. Con cada uno de los textos me quedaría con alguna frase, han sido muy bonitos pero hay que votar y me decanto por el número 5, donde encontré más invitación para la magia de imaginarte como lector ese «encuentro». Besos y abrazos para todos.Responder

Johnny CiaoEDITAR¡Qué buen encuentro entre escritores y lectores comida por medio!
Gracias por aceptar la invitación a paladear recuerdos y palabras, la mesa estaba servida, aceptaron el convite y «paladeamos» todos estas creaciones.
Cada uno de los relatos despliega buen gusto y recuerdos, es difícil elegir pero necesario para dar lugar a una nueva edición. En esta oportunidad la historia nº 5 me sedujo con su intriga e imaginación.

Enrique Félix CerezoEDITARYa es tarde para votar, pero mi voto para Manzanas y Canela, porque me quedo ese sabor en el paladar mientras lo leía.
Por otro lado, me llamó la atención que en la mayoría de los cuentos sobre «sabores» aparece la figura de la abuela. ¿Nostalgia?



.CATEGORÍASNOVEDADESEditar«Cuentos en cuarentena.»

2 respuestas a «SABORES»

  1. Ya es tarde para votar, pero mi voto para Manzanas y Canela, porque me quedo ese sabor en el paladar mientras lo leía.
    Por otro lado, me llamó la atención que en la mayoría de los cuentos sobre «sabores» aparece la figura de la abuela. ¿Nostalgia?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.