SUCESOS PARANORMALES

Ha sido una votación muy pareja, muchos han alcanzado varios votos, más las menciones que si bien no cuentan para los números, sí para la satisfacción del que escribe.

En primer lugar:   12- LA MANCHA DE HUMEDAD por Claudia Lucia Méndez,

En segundo lugar:  4- PASILLO por Bibiana Milesi,

Y comentarles que en pocos días abriremos un foro en la página para poder comentar todo lo queramos, dese cambios, relatos, nuevos temas, etc. Los animamos a que intervengan para hacer de este sitio un lugar mejor. Les avisaremos en breve.

Han sido unos relatos, para nuestro punto de vista, de mucha calidad. Un placer leerlos. Y ahora dejamos a Carolina que les cuente su valioso y especializado punto de vista. Ya recibirán de ella, en forma personal el comentario del relato.

Me siento honrada y agradecida por la invitación a leer y analizar los relatos del proyecto que están proponiendo en esta situación especial de cuarentena. No me sorprende la calidad y variedad de los mismos pues ya había leído algunas de las ediciones anteriores.

Me encontré con 17 relatos de escritura fresca. Es decir: sin la ambición desmedida de escribir para un premio Nobel de literatura y si para contar estéticamente diferentes situaciones. El tema propuesto para esta oportunidad fueron Sucesos paranormales con lo que esto significa. Los motivos elegidos fueron en su gran mayoría presencia de muertos (cercanos y conocidos en algunos casos; desconocidos en otros). Luego aparece un leon cobrando vida, la falta de sensaciones en otro y la posibilidad de un milagro. Por lo cual entiendo que no fueron motivos muy originales (salvo los tres últimos)

¡Desde el punto de vista de la lengua encuentro referencias muuuy argentas y otras muy españolas!!jaja, pero en líneas generales no hay repeticiones, ni abuso de adverbios o formas viciadas.

Desde el punto de vista de la estructura, todos los relatos mantienen coherencia y cohesión: es decir, más allá de lo que quieren contar, mantienen una lógica sostenida por indicios que nos conducen a una resolución. Todos están bien trabajados.

Los títulos son una parte muy importante en este tipo de cuentos. Por citar algunos, que resumen exactamente lo que relatan:  El pasillo, el Mar helado dentro de nosotros.

En su conjunto fueron relatos parejos. Destaco la calidad de tres con una valoración de 10 puntos. Agapita y los ruidos extraños, La mancha de humedad y Desde la rompida ¡En lo personal, modificaría un relato, acortando el final para que sea ESPECTACULAR!!!Lo marco en el comentario por si el escritor gustase de saber mi opinión.

Con esto cierro la lectura de Sucesos Paranormales. Fue muy bueno en lo personal buscar lo «destacable» en cada relato.

Para mí el destacado fue Agapita y los ruidos extraños (por eso me atreví a dar un par de sugerencias). Es el que queda en mi cabeza por el espanto: el hijo de Dalia depositado en casa de Agapita termina siendo un trasto olvidado en un rincón. Lo paranormal es percibido como ruido extraño por Agapita cuando en realidad el ruido extraño debió percibirlo cuando le dejaron a Rubén. La hebilla en medio de los huesos marrones es contundente. ¡Yo voto por este!

Ella es María Carolina Allende, profesora de Castellano y participó activamente en talleres literarios de lectura de Literatura Contemporánea en Tandil, Mendoza y Buenos Aires, donde reside actualmente. Tiene una especialización en Literatura Francesa. Actualmente se dedica a enseñar Portugués en diversas empresas.

RELATOS

1-LA DÉBIL ESENCIA DE NUESTRA EXISTENCIA por Lorenzo Llorente, Castro Urdiales.

Me desperté sin más, no había sonado mi móvil con sus alegres y tranquilos pajaritos, elegidos entre miles de sintonías por ser un modo dulce de decirle hola al nuevo día, tampoco entraba luz por el resquicio que deja la persiana, que en su tozudez nunca quiere asentar por completo en su base. Lo peor, fue no sentir las sabanas arrugadas en mi piel o el abandono indecente de mi almohada tecnológica que según el anuncio de la teletienda es <<la única almohada terapéutica en el mercado, que corrige las desviaciones de sus cervicales y a las 100 primeras llamadas les obsequiaremos con un cubre-almohada de microfibra que hará las delicias de sus sueños…>>. Me sobresalte por fin, lo que más odio en el mundo es con diferencia despertarme agitado, con el corazón en la boca, como cuando estaba en activo y tenía que cerrar un acuerdo con un tipo desagradable sabiendo que tenía el aliento de mi jefe siempre presionándome, siempre presente en su ausencia, machacón con sus apremios e imborrable en mis horas de trabajo y en mis mañanas agitadas. ¡NO ESTABA JULIA A MI LADO!, mi mano se estiro inútilmente, perdí la noción de la orientación, lo mismo me había dado la vuelta durante la noche y estaba en una posición inverosímil, busqué infructuosamente el cabecero, como cuando buscas el norte en una ruta con niebla y calculas en que lado del camino esta la carretera donde dejaste el coche. ¡Tremendo!, ¡no encuentro nada!, pues me hallaba flotando en una nada oscura, sin suelo, sin mesilla, sin móvil que pudiera darme información, me acordaba perfectamente del pin, como grabado a fuego y deseé con todas mis fuerzas encontrar el maldito móvil que me diera la clave de lo que estaba pasando. Por fin caí en la cuenta, era evidente, – ¿Habré muerto? ¿Me habrá quedado cierta actividad neuronal como ocurre con las uñas y el pelo, que siguen su curso independientemente del fatal designio de su dueño? ¿Esto es la muerte? ¿Cuánto durará esta latencia? – Me acordé de repente, ¡Qué disruptivo es el pensamiento, incluso en esta funesta situación!, que ayer cené gambas a la plancha y tengo un secreto que me avergüenza, pero que me encanta tener, nunca me lavo las manos por completo y me dejo el meñique izquierdo sin lavar, siempre el mismo, con una discriminación positiva hacía uno de los 10 miembros de mis manos, pues me gusta levantarme y oler ese aroma que deja las gambas, la sal, el limón, el persistente aroma del crustáceo que ha soltado todo su jugo en contra de su voluntad, y si, seguía oliendo, me anclé de repente a mi vida, a mi vida pasada, era el único resto de mi naufragio, inmaterial, pero una tabla solida de salvación al fin y al cabo. ¿Podré ir recuperando más pedazos de mi vida? – Piensa, piensa, ¿Qué más puedo sacarle a este rácano universo en el que me alojo? – Justo en este momento llegó un maravilloso clavo ardiendo, un grito desesperado, y otro, y otro más, eran desgarradores, innumerables, lejanos, irreconocibles, pero a mí, en este momento, me sonaron a música celestial, infinitamente mejor que los pajaritos de mi móvil.

2-EL PASILLO por Alejandra Guzzini, Islas Canarias.

Sentía esa presencia, cada vez que estaba a solas y en la oscuridad.

Era algo intangible, pero, que estaba presente, el silencio que atronaba mis oídos me ponía en guardia, y convertía en tortura el simple hecho de apagar la luz.

Desde que el clic del interruptor con su escueto chasquido me sumía en las sombras, apuraba mi paso para llegar cuanto antes al dormitorio, y entonces, en mi espalda, sentía un aire helado, una mirada extraña, algo que movía mi pelo o rozaba levemente mis muslos desnudos.

Tanteaba nuevamente la pared, buscando desesperada el siguiente interruptor para volver a encender la luz del pasillo, y entonces cuando todo se iluminaba, me sentía estúpida y cobarde.

Pero mi imaginación era más fuerte que toda la razón que yo me imponía en tener en cuenta.

Mi corazón galopaba en mi pecho ,como en una pesadilla, que lamentablemente no existía, porque yo estaba bien despierta.

Entonces respiraba tres o cuatro veces, me forzaba a tranquilizarme, y volvía por el pasillo hacia atrás, desandando el camino, y asegurándome que no había nadie.

Apagaba la luz, y corría apurada al dormitorio, tanteando las paredes como una ciega y acostándome asustada y tensa, intentando captar el menor sonido, la menor brisa extraña que rompiera mi frágil equilibrio.

Y no había nada.

Solo el atronador silencio en mis oídos.

Sentía los ojos fríos, como ese aliento a miedo , la brisa colándose por entre mis piernas, y el peso de alguien sentándose a los pies de mi cama. No siempre ,pero alguien hundía suavemente el colchón. Alguien me acompañaba y me miraba.

Cuando por fin lograba dormirme, me sumía en un sueño denso y pesado, que era como una muerte de la que no quería despertarme nunca.

Pero la mañana siempre llegaba y con ella, mis pesadillas de la noche anterior se diluían con la luz del día dejando el regusto amargo del terror. Algo o alguien había, una presencia, un movimiento diferente, algo en definitiva que durante el día perdía poder en mi mente, pero que desde que se hacía de noche ,se reactivaba, retroalimentando mi terror.

Me repetía hasta el cansancio que era yo la que generaba más miedo aún con mi propia adrenalina circulando enloquecida por mi sangre, y que no existía nada capaz de ponerme en ese estado. Pero como en un sueño recurrente, todo volvía a repetirse una vez más. Y esos ojos insomnes que me vigilaban se abrían casi fosforescentes en mi mente cada vez que se hacía de noche. No tenía más certeza que mi sensación, y nada se sostenía en la cordura.

Llegué a pensar que estaba loca, no me atrevía a hablar con nadie.- ¿Quién me iba a creer? Lo había intentado con algunas personas de confianza, pero, ante la suspicacia y extrañeza de sus miradas, había desistido de seguir intentando buscar una respuesta que llegara desde afuera. La tendría que encontrar yo sola, y no sabía muy bien si quería hacerlo o no.

Por eso me sentí asfixiada hasta la exasperación entre el espanto y el alivio enloquecido, cuando al entrar en mi dormitorio, después de un fin de semana fuera de mi casa, vi en la cama perfectamente estirada ,como resaltaba a los pies ,la inconfundible y aterradora huella que deja alguien cuando se ha sentado y no ha alisado la manta al irse.

3-MARÍA por Angélica Ballent, Tandil.

Fines de octubre, mediodiía, un calor insoportable, volvía de mi trabajo agotada, con el  delantal salpicado de témpera, plasticola y algúnas lágrimas de ese pequeño que aún a fin de año no se adaptaba. Solo faltaban dos cuadras y mi destartalado Ami 8, el único que soportaba los abatares de mis cuatro hijos a duras penas subía la empinada cuesta antes de llegar a mi casa. Cuando voy pasando la bocacalle de  la última cuadra veo a lo lejos una silueta caminando por  el medio de la calle de tierra, en mi interior sonó una alarma , con un suspiro de fastidio la deseché y seguí andanado. Por fin llgué a mi hogar, dulce hogar pero nuevamente algo me retuvo, no pude descender del auto, una fuerza sobrenatural me llamaba, la figura de esa mujer caminando me pedía ayuda y sin dudarlo me dirigí a su encuentro. Allí estaba, una mujer muy mayor con lágrimas en sus ojos me miro extrañada.

Me acerqué lentamente y le pregunté que hacia allí sola, si podía ayudarla. Con voz débil y quebrada me dijo que se iba a tirar al lago porque nadie la entendía. La abracé, la subí al auto y la llevé a mi casa. Sequé sus lágrimas, le ofrecí un té, arrimé una silla a su lado y escuché su triste historia. Cuando se calmó la llevé a su casa donde fue recibida por su hija con reproches y enojo.

Pasó el tiempo y un día cualquiera me para en la calle una señora mayor y me pregunta -vos sos Angélica?, si le respondí, la conozco? -No me conocés pero sé de ti por María, ese día le salvaste la vida…una pregunta Angélica, María siempre habla de vos y de otra señora vestida de blanco que estaba a su lado, quién era?.

Solo María y yo estabamos en mi casa ese caluroso día de octubre.

4-PASILLO  por Bibiana Milesi, Tandil.

La madre está doblando la ropa sobre la mesa de la cocina. Nada se escucha. Silencio absoluto. Paz. Esa paz que tanto anhelan quienes son madres de cinco hijos, niños o adolescentes. Esos escasos momentos de sosiego que permiten recuperar la armonía y juntar fuerzas para las demandas cotidianas.      La madre ve a Clara, su hija mayor, pasar caminando por el pasillo, hacia el baño. Recién levantada, adolescente, alegre, vital, plena de sueños. Nada en ella es serio ni aburrido. Desborda en amor, por la vida, por los animales, por todos los seres que acuden a ella con alguna necesidad, sobre todo espiritual; una palabra de consuelo, un gesto, una sonrisa. Su sonrisa… tibia fogata en pleno invierno, faro en las más temibles tempestades, semilla donde cabe toda la magia del universo.      -«¡Hola, ma!». Pasa de nuevo, por el angosto pasillo, del baño a su cuarto. Su cuarto, su refugio, su espacio, donde se encapsula en esos momentos cuando necesita soledad, recargar energías o cuando alguna pena adolescente la visita por un breve instante. Se recupera enseguida, no necesita demasiado tiempo para salir airosa y más luminosa que antes.       -«¡Hola, hija! ¡Vení, que pongo la pava para unos mates. ¡Compré los bizcochitos que te gustan!».      La madre termina de doblar la ropa, hace una pila para luego plancharla y la acomoda en el modular, muy cerca de la cajita donde descansan las cenizas de Clara.

5- PRESENCIA por Clara Truppel, Tandil.

Esa noche me dijo que no se sentía muy bien. Noté que estaba peleador, discutía por cualquier cosa. Pensé que estaba molesto. Cuando nos acostamos, me dijo que sentía frío, busqué una camiseta para que se la ponga y lo noté frío pero a la vez sudoroso. Me extrañó. No quieres que te lleve hasta los primeros auxilios para que te vean, le dije. Pero me dijo que no, que prefería que lo viese su médico al día siguiente.

45 años de casados y una vida plena de compañerismo. Pasamos de todo y siempre juntos, hijos, nietos y ahora viviendo sin apuros económicos y aún sintiéndonos jóvenes, con proyectos de viajes, de divertirnos y de compartir buenos momentos.

Pero la vida de pronto te da un sacudón, y cuando lo miré nuevamente, ya no me respondió y esa noche me dejó para siempre.

Bueno,  eso creía.  Con nuestros hijos decidimos que sus cenizas las llevásemos al mar, ese mar que vemos desde nuestras  ventanas, y donde una vez hablamos que allí iríamos a parar cuando fuésemos cenizas. Con mucho dolor lo despedimos. Y les pedí a mis hijos que necesitaba mi tiempo de soledad para reconstruirme.

Llevo ya una semana en casa mirando el mar, y él me acompaña, no se ha ido aún.

Creo que aún no quiere irse. Me manda mensajes. Un libro que se cae de la biblioteca, y que me lleva a solucionar un tema económico. El cajón del escritorio donde están las claves del banco, abierto. Pero a veces se me aparece también.  Lo siento por las noches. Lo veo por momentos sentado en su sillón preferido. Cierro los ojos y al volver a abrirlos, ya no está . Se esconde creo.  Pero lo siento, su olor, sus suspiros antes de reír. Hasta me abrió la canilla de la manguera del jardín para que no me olvide de regar. Claro, la vida continúa.

Me está preparando en la reconstrucción. Es que hicimos camino juntos, y su presencia invade cada rincón y pensamiento. Tantas cosas que decidimos entre los dos y ahora me está ayudando a hacerlo sola. Creo que llevará un tiempo,  pero confiará en que puedo hacerlo sin él. Y decidirá entonces por fin partir.

6- CAVALLETTI… ¿QUÉ PASA? Por Maru Silva,

“La verdad que no se qué es”,  había dicho el técnico de AM160 Radio Pando, después de haber escuchado la cinta infinidad de veces. Nos fuimos decepcionadas, se suponía que el sonidista sería la persona idónea para darnos una explicación lógica a aquel extraño acontecimiento y echar por tierra los divagues que circulaban por el pueblo alborotado.

Marianela era mi mejor amiga y  estudiábamos juntas desde pequeñas.  Para mis 14, me habían regalado el ansiado National Pansonic, ese que tenía la tecla roja de Rec y el Play para grabar. Incorporamos tecnología de punta a nuestro método de estudio. Una tomaba la lección a la otra para luego deleitarnos volviendo atrás en el tiempo con el Rewind y repasando cuantas veces quisiéramos. ¡Sublime!.

En aquella oportunidad estábamos  estudiando los accidentes montañosos de Europa; Marianela, esperaba mi orden y comenzaba a  enumerarlos:  “Montes Escandinavos, Urales, Cáucaso, Balcanes, Alpes… , Apeninos y ¡Pirineos!”. A la cuarta vez que escuchamos la grabación, entre Alpes y Apeninos, como en una pausa programada, apareció la estremecedora voz de un hombre, metálica, retóricamente aterradora: “Cavalletti, ¿qué pasa?”. Nos estrechamos las manos empapadas en miedo y casi sin aliento, tomé coraje y rebobiné. ¡Sí! lo hice, rebobiné ¡Dios mío!. Estaba  allí; la voz inexplicablemente encajada en el medio de la lección de geografía. Mis papás, no daban crédito a lo acontecido; ellos tenían almacén y era un desfile de clientes y gente que “pasaba nomás”. Por semanas mostraron la evidencia a Dios y a María Santísima.  La frase del intruso caló profundo en la comunidad y se expandió como reguero de pólvora sembrando extravagantes deducciones.

Habían pasado unos meses, cuando una vecina aportó un dato muy interesante. Según sus dichos el enigmático hombre de sobretodo gris que frecuentaba a nuestro vecino anciano lindante a nuestra casa, llevaba a cabo sesiones de espiritismo para convocar a la hermana del viejo, allá en el otro mundo. Mi papá, habida cuenta del relato de la chusma, tomó la decisión de encarar al excéntrico. Lo interceptó al pasar y le contó nuestra experiencia. El señor se mostró notablemente interesado y dio a entender que él podía colaborar con la investigación pues contaba con ciertos contactos, los cuales no especificó. Pidió llevarse el casette para analizarlo y mi papá accedió. A lo que a mi mamá le pareció un disparate haberse desprendido de la única evidencia. Recriminó su pésima idea mañana, tarde y noche de los siguientes tres días hasta que apareció el hombre con el casette intacto y las pruebas reveladoras. Extendió sobre el mostrador, un plano de la Usina de 1912 en donde figuraban los lotes numerados de cada manzana y un cuadro de referencia con los apellidos de las primeras familias beneficiadas con el servicio de luz eléctrica. “Ustedes están acá” y golpeó con su dedo índice el cuadradito número 17, sin levantar el dedo del papel, recorrió la manzana con cierto clima de suspenso y se clavó en el lote 6; todos lo seguimos absortos, estaba diciéndonos mucho y a la vez, nada. Seguimos el recorrido atentamente hasta que se posó en el cuadro que indicaba que el terreno 6 pertenecía a la familia Cavalletti; ¡Mamita, menuda revelación! Y había más para horrorizarse; el fondo del lote 6 lindaba con el fondo de nuestro actual terreno y allí, un gran jacarandá que aún está, fue sostén de la horca en dónde se encontró colgado a Cavalletti muriendo quizás de nuestro lado, según constaba en el periódico de la época, también conseguido por el esotérico caballero de entre sus inespecíficos contactos.

Quedamos muy conformes con el paranormal cierre del caso al que paradójicamente consideramos sumamente racional.

7- UN DESEO HECHO REALIDAD por Jorge Fusé, Tandil.

              Que línea fina hila entre la realidad de lo irreal, lo creíble de lo increíble.              Intervendrá en este suceso el cosmos, la física cuántica?  Podrá cambiar esta ciencia la propia   noción de la realidad, de saber, de conocer, será nuestra mente capaz de revertir lo increíble en creíble?

                                                    

 Mirando fijo, por un breve momento, Gabriel dibuja una mueca de alegría como aseverando con un gesto que todo venía bien; miro la hora y observo por la ventana que una tormenta comenzaba a gestarse. 

Guardo rápidamente sus herramientas de trabajo, miro nuevamente su escultura… un Tiranosaurio rex, estaba satisfecho con su trabajo, si todo saldría bien estaría listo en 10 días  justo para la inauguración del parque temático de su ciudad.

Esta escultura no sería la primera ya que desde adolescente había comenzado con esta vocación artesanal, siendo muchas sus obras expuestas a lo largo y ancho de su ciudad. Un ruido estrepitoso lo volvió a la inminente tormenta, si se apuraba abordaría el micro de las 20 horas.

La oscuridad avanzaba tomando cada rincón de las calles, comenzaba a soplar un viento del este que suponía a lluvia, el frio típico del mes de julio aumentaba el deseo de llegar a casa apuro el paso pero a pesar de sus gritos y brazos alborotados vio cómo se esfumaba el  deseo de llegar pronto a casa.

Solo, en la parada del ómnibus, se levantó el cuello de su campera y comenzó a mover sus piernas de pronto un rayo dividió el cielo en dos partes iluminando las calles, el viento se hizo más agitado y comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia.

Maldijo esa tormenta y al chofer del ómnibus por no escucharlo ni verlo, pero esta situación quedo atrás cuando se dio cuenta que estaba siendo observado, dos ojos brillaban en medio de la oscuridad el miedo lo paralizo, parecía un animal un perro tal vez?  Y extendió su brazo en señal de amistad; un rugido lo volvió a paralizar… parecía un león!!!  

La caída de otro rayo dejo al descubierto la identidad del animal… si, era un león! Con una gran cabellera y una talla que impresionaba. Pero de dónde salió? si este animal me ataca MORIRE (pensó Gabriel). Supuso que estaría soñando y que refregándose los ojos esto lo haría despertar, pero el rugido del animal hizo reafirmar que todo estaba sucediendo.

No podía correr ya que sería presa fácil del animal pero grande fue su asombro cuando el león le hablo

__No temas no voy a hacerte daño, alguien como tú ya hace muchos años me creo, durante largo tiempo vi cómo la gente se detenía a mirarme a tal punto de creer que era real. Por algún motivo esta tormenta con sus rayos me dio la VIDA, y sin decir más palabras se alejó.

Gabriel no podía darse cuenta de por qué esto estaba sucediendo, tenía la certeza de estar viviendo una pesadilla y que al despertar todo se aclararía, pero más grande fue su asombro, cuando al día siguiente leyendo los titulares se encuentra con la terrible noticia…

“MISTERIOSO ROBO DE  UNO DE LOS LEONES GUARDIANES DE LA PLAZA”

8- AGAPITA Y LOS RUIDOS EXTRAÑOS por Cristina Alvisio, Tandil.

Sucedió en LLambi Campbell.

En la casa de campo de Félix y Agapita Fava transcurría la vida con las exigencias del tambo manual, carecían de la ansiada electricidad.  Tempranito dejaban los tachos con leche recién ordeñada al frente de la casa para que el camión de la Cooperativa Quesera los retirara.  Félix y sus tres hijos también sembraban para pastoreo y armaban fardos luego de la trilla que almacenaban en el sótano.   Doña Dalia Silly, vecina, les pidió alojamiento para su hijo Rubén, ella iría por trabajo a la ciudad prometiendo regresar por él. Nunca lo hizo.

Rubén, rengo de nacimiento y con cierto retardo, aceptaba la vida a como se le presentaba. La familia lo acogió con cariño y le asignaron la tarea de cuidar la vieja yegua Negrita, que diariamente empujaba la noria. Rubén la alimentaba, refrescaba y acariciaba, se diría que habían generado una relación de amistad. El galpón albergaba los caballos y el sulky de paseo.   

Los fines de semana los muchachos iban al boliche por unas cañas y pasaban rato entre charlas y juegos de mesa.   Para estas ocasiones Rubén vestía bombacha bataraza, cinturón regalo de su madre, que cerraba rastra de plata con sus iniciales grabadas y camisa blanca que acompañaba con su sonrisa.

Don Félix murió un día de lluvia, lo sepultaron en el Cementerio Municipal, Agapita entre lágrimas esparcía en la tierra, semillas de flores.

Llegó la luz eléctrica y reinó el entusiasmo. 

Los hermanos dejaron la casa materna, aunque seguían trabajando el campo.  Rubén y la Negrita también partieron, sin decir exactamente dónde.

Agapita iba cada domingo al Cementerio Municipal, lustraba la lápida y mejoraba el jardincillo ya con enormes azucenas rojas.

Agapita cumplió 80 años.  Para las tareas de la casa se contrató a Mechita, mujer de mucha confianza.  

Cierta noche Agapita comenzó a oír ruidos, otras veces sensaciones, tuvo miedo.

Decidió llamar a Zoilo, conocido en el pueblo por curar empachos, mal de ojo y temas afines.   Zoilo prometió pasar.  No se preocupe doña, todo se soluciona le decía mientras de una valijita sacaba un péndulo. Había estudiado radiestesia y lo aplicaría.  Si la casa estaba tomada por algún espíritu o ente, lo podrían detectar. ¡Agapita no lo podía creer!   Zoilo comenzó con oraciones.  Tomó luego el péndulo que manifestaba que había un ente. Se hacia imprescindible una limpieza.  Eso significaba revisar todo el lugar ya que algo extraño permanecía allí.  ¡Terrible susto tuvo Agapita!   

Llamó a sus hijos que llegaron al momento.  Juan se quedó, notó algo raro.

Los hijos distribuyeron la tarea de buscar lo que no sabían.  El sótano estaba atiborrado de muebles en desuso, Juan pensó en su madre y el por qué los guardaría.  Encontró en los rincones juguetes en una bolsa crochet, pensó en su niñez y sonrió.  Corrió fardos almacenados por temporadas, y tachos de bronce para leche en desuso. Grande fue su sorpresa al abrir un pequeño armario de trastos en un rincón. Un pequeño bulto asomaba detrás de unas hilachas, era un cráneo, saltó hacia atrás impresionado y llamó a sus hermanos. Juntos movieron el cráneo, tenía el cabello largo, luego ayudándose con rastrillo hallaron huesos marrones. ¡Estaban espantados!  Aún sin saber qué hacer notaron un metal, lo tomaron era una hebilla. Las iniciales RS aún podían distinguirse.

 ¿Quiso aquel niño quedar allí? Un rincón abandonado, detrás de los fardos que año tras año se acumulaban. Había dejado en libertad a su vieja amiga.

Pasado el momento de estupefacción, avisaron a su madre quien horrorizada se negaba a creer lo que estaba viviendo, llamaron a la policía retiraron esos restos, hicieron los trámites y le dieron humana sepultura en el Cementerio Municipal.

                     Agapita volvió a conciliar el sueño. 

9-ELEGÍA A PALERMO por Enrique Cerezo, Santa Teresita.

Salí a caminar por mi viejo barrio. Habían pasado muchos años y tenía temor. El tiempo desdibuja recuerdos, y los reimprime con un sabor de nostalgia. Borra lo triste, marca las añoranzas de las calles con las casas, las puertas, los árboles que nos marcaron. Entonces se siente el miedo de los cambios que traen los años y el progreso, destruyan toda la magia que uno guarda como tesoros del ayer.

Sin embargo, estaba decidido a caminar las calles antiguas, ver a la nueva gente, e imaginarla en aquellos escenarios.

Y mi barrio es especial, allí se fundó Buenos Aires. “Dicen que en el Riachuelo, pero son embelecos fraguados en la Boca. Fue una manzana entera y en mi barrio, en Palermo”. Esto lo dijo el poeta, y yo, con muchas decepciones en mi vida, opté por creerles a los poetas.

Fui en busca de la manzana de la fundación. “La manzana pareja que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga”. No había cambiado tanto, sólo que alguien quiso hacerle un homenaje al poeta, poniéndole su nombre a Serrano,  engañando al arqueólogo futuro que no encontrará uno de los límites expresados. Flaco homenaje le hicieron al poeta, destruyendo parte de su obra.  *

Entonces me acordé de la feria itinerante, llegaba dos veces por semana, muy temprano. Armaban los puestos con esas varillas de metal rápidamente y luego se vendía de todo. La placita era un hervidero con la gente del barrio. Caminando por Nicaragua me fui acercando. Todo estaba cambiado. Locales comerciales, bares y restoranes. La “placita de Serrano” ya no es “nuestra placita” sino el lugar de cientos de personas que le cambiaron tanto la identidad, que ya no le queda nada del patrimonio pasado, para tener una afinidad con… nada en especial.

Sólo me quedaba la Esquina. Así, con mayúscula. La Esquina donde pasé tantas horas, que sumadas deben ser algunos años. La Esquina estaba igual. La biblioteca pública, el colegio enfrente, y el resto de los edificios tal como los recordaba. Ahí estaba yo, y creí ver a Mario, a Eduardo y a Julián. Al Petiso, al Cabezón, al Tano, al Gordo. Los apodos que deben tener todos los grupos del mundo y a los que no éramos ajenos.

Vi venir a Cacho. Estaba igual. Un poco más gordo y un poco más pelado. Nos abrazamos. -¿Tomamos un café?, le dije. No había más que hablar. Nos fuimos caminando hasta el lugar de siempre. El viejo “Paulista” ya no estaba y dejó paso a una gran pizzería. Tampoco estaba el “gallego López”, que nos servía siempre y que seguramente estará sirviendo en alguna mesa a los tantos que se fueron al café celestial.

En la charla le pregunté por su familia y le conté de la mía. Siempre habíamos sido muy unidos. De esa clase de amigos a los que les basta una mirada para decirse mucho.

Un anciano, sentado en la mesa contigua, nos miraba con extrañeza. Intuí que escuchaba y disfrutaba de nuestra charla.

Le pregunté a Cacho por del resto de los muchachos. Sabía muy poco. Hablamos del barrio, de lo mucho que cambió. El tiempo fue pasando sin que tuviera noción. El mozo miraba extrañado y lo llamé para pedirle la cuenta.

Antes de levantarnos, el anciano me miró fijo. -¿Vos sos el Rubio? – me preguntó, -¿el que vivía al lado del Banco?

– Si, ¿porqué?

– Yo siempre anduve por aquí. Recuerdo a todos los que nombraste. Lo recuerdo a Cacho también. Es una pena que nos haya dejado el año pasado, tan joven.

En la mesa, sólo un café servido.

* El poema es Fundación Mítica de Buenos Aires de Jorge L. Borges.

10- UN LUGAR EN EL MUNDO por Pilar Sebastían, Castro Urdiales,

Él siempre estaba ahí, disfrutaba sabiendo que ella sentía su presencia. Sus apariciones lejos de ser discretas, dejaban un rastro inconfundible que la paralizaba, anclando  sus pies  al piso, los brazos rígidos extendidos como queriendo alejarlo. Solo el temblor de sus dientes la distinguía de una figura inerte.

Su interior sin embargo sufría una agitación severa, el corazón latía con una fuerza arrolladora. Luchaba duro por escapar a través de sus costillas, como un preso rabioso que trata de romper los barrotes de su celda.

Tras el horror se recuperaba, le gritaba desesperada, preguntaba sus propósitos. No podrá conmigo, soy más fuerte que él, se decía mientras el vello de su cuerpo iba bajando la guardia, sus dientes relajando su repiqueteo

Cambió varias veces de residencia pero el maligno siempre la encontraba

El espanto le podía llegar en cualquier momento del día, al abrir una puerta o posar la mirada sobre una superficie. Su forma de actuar era la misma una y otra vez, le cambiaba los objetos de sitio.

Un día abría el zapatero para calzarse y encontraba allí el libro que debía estar sobre la mesa. Otro escuchaba el celular perdido sonar desde el horno. O aparecían las llaves del auto en la nevera cuando se disponía a almorzar.

El culmen llegó al sentir en su rostro los anteojos que llevaba una hora buscando por el departamento. Entonces no pudo más, había superado todos los límites. Invadía su espacio más íntimo.

Esa vez la sangre se le congeló, ese día el corazón acobardado no clamó por salir de su cautiverio. Entonces comprendió que otro cambio de residencia sería inútil.

Vagó por las calles. Una pequeña valija era todo su equipaje. Pero él no cesaba de atormentarla revolviendo sus pertenencias. Sabía luchar en campo abierto.

Ella peleaba sin descanso. Lo hizo en jardines y avenidas. Ir desprendiéndose de sus posesiones era su única arma. Cuanto menos tenía más fuerte se hacía ella y más débil él. Ya solo podía jugar con las escasas monedas que conseguía para comida y con los restos de la misma.

En su deambular  encontró un lugar donde no pudo seguirla, un bosque con árboles robustos, sin frutos, de viejas raíces. Aquí no podrás martirizarme, ningún mal me puedes ya causar, pensaba orgullosa. Y  llegó su paz.

La encontraron desnuda, tendida sobre un manto de hierba. Los dedos de las manos doblados frente a su boca ocultaban una sonrisa atrevida, ganadora, como si hubiese muerto riendo a hurtadillas.

11- LA ENERGÍA por Rosa Blanca, Tandil.

Viajaba a la ciudad de La Plata  para realizar una interconsulta médica. Estaba preocupada.  La sensación de ansiedad, angustia, y miedo  por lo que me dijera el médico fueron protagonistas durante 5 horas, Miraba por la ventanilla del colectivo.  tratando de observar el paisaje pero no me podía concentrar. Pensaba en mis hijas y en los 26 meses que papi ya no está.

Una vez en el consultorio del médico,   recibí  buenas noticias,  uffff que alivio!!

Me encuentro con mi hermano, quien me llevaría a su casa para almorzar.  Llegamos  y mis sobrinos me esperaban con  abrazos fuertes, esos que solo ellos saben dar.  

Pasó un rato… y no podía desprenderme de esas  sensaciones que tuve durante el viaje.  Ingreso al comedor,  algo raro había ahí.  Una fuerza, una energía o no se que, hacían que la opresión en el pecho casi no me dejaran respirar   Me siento en un sillón y veía a mi sobrino que me hablaba  pero no lo escuchaba  Recorría con la vista todo el living y el comedor buscando algo…. Qué buscaba?…….

Papi está con nosotros!!  Lo siento… ¿acá en la Plata??…   Sí, acá también… No dije nada… Cerca de la ventana,  junto al mueble donde están sus fotos,  una imagen  ovalada,  2 capas superpuestas transparentes,  sus bordes vibraban… que fuerte vibraban! Quedé paralizada,  jamás había visto algo así

Era él!    Sabía que era él!!!     Gracias papi por estar!!!!    Siempre presente!         Ahora sos así???  Qué lindo!!…….  

Tía vení,  se te enfría la comida!!

Bajé  los ojos,  las lagrimas no me permitían ver y  mi corazón latía tan fuerte , no se cuanto tiempo pasó. Me acerque a la mesa, me senté, respiré profundo  y con temor volví a mirar ese lugar……

12-LA MANCHA DE HUMEDAD por Claudia Lucia Mendez, Tandil.

Tengo muy presente esos años cuando esperaba ansiosa que llegara el verano para que papá me llevara a pasar las vacaciones en el campo, con mis abuelos. Contaba los días que faltaban para encontrarme con mis primas, Lucía y Clara, más grandes que yo, y disfrutar con ellas juegos, fogatas nocturnas, charlas interminables, picnics y hasta escapadas al boliche del pueblo, a caballo, a la hora de la siesta. Dormíamos las tres en la habitación del fondo del pasillo, al lado del baño. Como en la mayoría de las casonas de campo antiguas, las piezas eran amplias, con pisos de pinotea lustrada, paredes lisas pintadas de blanco y techos muy altos.

Todo empezó cuando los Reyes Magos nos regalaron una muñeca a mí, un juego de mesa a Lucía y una guitarra a Clara. Yo, con mis 6 años, ya me sentía grande para recibir muñecas, además tenía muchas en casa y no me entusiasmaba tener otra.  

Desde ese día Clara ya no jugó más con nosotras, se pasaba horas  intentando sacar melodías y tampoco quería que la acompañáramos en sus ratos creativos.

Mi bronca fue en aumento y la compartí con Lucía, pero a ella no le molestaba que Clara nos ignorase. Entonces tuve una idea. Si la guitarra se rompía, Clara volvería a prestarnos atención. Esperé que se fuera a bañar y con una tijera de podar le corté de una todas las cuerdas. Por desgracia justo me vio la abuela y terminé con una penitencia de un día entero encerrada en la pieza. Lloré un buen rato, intenté dormir pero las horas pasaban y ya estaba muy aburrida cuando algo llamó mi atención en el ángulo derecho de la habitación, entre el techo y la pared.  Parecía una mancha redonda de humedad, pero mirándola fijamente titilaba y para mi mayor sorpresa noté que de a poco se marcaban en ella las facciones de una cara triste. No me asusté, al contrario, percibí que alguien me estaba acompañando y se sentía como yo en ese momento. Me relajé y sin darme cuenta me quedé dormida. Al día siguiente la mancha ya no estaba y dudé si había sido real o la había soñado.

Varios veranos más, durmiendo en la pieza del fondo, volví a ver la cara difusa en el ángulo derecho entre el techo y la pared, a veces sonriendo, a veces triste, a veces preocupada, como entendiendo mis estados de ánimo.

Con disimulo pregunté varias veces a mis abuelos, a mi papá, a mis primas si habían visto la mancha de humedad en esa pieza, pero nadie la veía, sólo yo.

Pasaron los años y durante mucho tiempo no volví a aquella casa. Murieron mis abuelos y se decidió venderla. Me pareció una buena oportunidad visitarla por última vez y mostrarle a mi hija Sofía el lugar dónde pasé inolvidables veranos.

Todo estaba tal cual, limpio, ordenado, con olor a madera, los muebles lustrosos, las paredes llenas de recuerdos, demasiado silencio…

Nos acomodamos en la habitación del fondo y le fui contando a mi hija anécdotas de mis días en aquella casa y sin darme cuenta empecé a lagrimear. Fue cuando Sofía pasó su manito por mi cara y me dijo: “no llores mami, la señora se pone triste”. La miré sin entender y de pronto recordé. Miré atónita hacia el rincón superior esperando encontrarla, pero solo vi la blancura de la pared. Le pregunté a Sofía porque me decía eso y con toda naturalidad me dijo señalando el techo: “la señora de allá estaba feliz porque vinimos, pero después se puso triste cuando te vio llorar”. La abracé fuerte y así nos quedamos dormidas.

Al día siguiente mientras desayunábamos, se acercó la casera a saludarnos. Traía en sus manos una manta tejida al crochet que enseguida reconocí, siempre cubría la cama en que yo dormía.

“Me encargó su abuela que se la diera”, me dijo, «la tejió su mamá cuando estaba embarazada de usted y hacía reposo en la pieza del fondo. Fue muy triste para todos perderla… usted era muy chiquita…”

Tomé la manta y la apreté fuerte contra mi pecho mientras las lágrimas  corrían por mis mejillas.  

13- EL MAR HELADO DENTRO DE NOSOTROS por Monica Seoane, Castro Urdiales.

Cuentan las crónicas que todo fue el resultado de procesos de canalización del más allá, mensajes entregados desde una realidad sobrenatural que desconocíamos hasta entonces, revelaciones que recibían unos pocos elegidos, quienes las compartían con el resto de los mortales y que, a partir de ese momento, fueron formando parte de nosotros.

El mundo se convirtió en un sitio diferente. Más conciliador y amable. Durante los últimos tiempos había ido transformándose, paulatina pero constantemente, en un lugar más próximo a una utopía celebrada en todo el mundo.

No se sabía precisar en qué momento exacto comenzó todo. Algunos lo fijaban en las obras escritas que fueron apareciendo – dictadas desde la inmensidad- y ganando adeptos incondicionales.

Los relatos, siempre los relatos. Primero fueron obras fáciles, sencillas de consumir como evasión y recreo. Poco a poco llegaron otras de orientación filosófica y ética que, inexplicablemente, se convirtieron en grandes éxitos de ventas y que lograron la adhesión emocional completa de los lectores a sus postulados. Luego fueron los juegos, las películas, las redes sociales, el ocio en general. Productos de ficción todos que suponían el único refugio confortable en un momento incierto. Como si cada uno de ellos acertara plenamente en las preferencias de cada persona. Y los fuimos integrando en nuestras vidas con condescendencia displicente que se transformó en entusiasmo incuestionable. Por fin recibíamos la comprensión que anhelábamos y se nos hacía sentir arropados, protegidos, dotados de una vida con significado. Un universo de ficciones amables donde vivíamos nuestras vidas.  Todos estábamos unidos. Nos transformamos.

Todavía no sabíamos que había resultado tan fácil dirigirnos. Que no habían encontrado ninguna oposición porque sabían que somos el único animal que puede crear y creer en historias ficticias, que pensamos más en relatos que en hechos, y cuanto más sencillo sea el relato, mejor acceso encuentra. Contar con un relato es la situación más tranquilizadora. Un buen relato deja todo perfectamente claro.

Y así fuimos entregando  nuestros destinos a las máquinas. “Proyecto Hermes”, lo denominaron. Una súper-inteligencia artificial que se convirtió en señora de nuestras vidas. Máquinas produciendo otras máquinas. En muy breve tiempo se  convirtieron en más eficaces que nosotros creando las historias que consumíamos con fruición, porque sabían entender fácilmente lo que queríamos gracias a sus algoritmos conectados a todas las redes con fuentes globales de sensores y datos. Disponían de una comprensión más completa de nuestras preferencias, basadas en nuestra personalidad, en nuestros hábitos y reacciones. Conocían de forma rigurosa lo que nos gustaba recibir a cada uno, mejor que nosotros mismos. Fuimos totalmente predecibles: sabían a qué y cómo íbamos a responder y qué podía emocionarnos.

Las máquinas se convirtieron en autores que conocían lo que despertaba nuestro interés y potenciaba nuestro compromiso, con la capacidad de inventar productos totalmente personalizados para cada uno, cientos, miles, millones en unos pocos minutos.

No sé trató de una fuerza sobrenatural como alegaban. Ocurrió porque nos olvidamos de la lectura como un acto de creación en sí mismo: elegir el vértigo de cada relato, el instante en el que un texto nos ayuda a despertar y se convierte en un hacha…  para que pueda romper el mar helado dentro de nosotros.

“Creo que deberíamos leer sólo el tipo de libros que nos lastimen y apuñalen. Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un golpe en la cabeza, ¿para qué lo estamos leyendo?… Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros”.

-Franz Kafka, Carta a Óscar Pollak, 27 de enero de 1904-

14-CONJURO DE LUNA por Alicia Moreno, Tandil.

Parece que la combi viene completita, ya me habían avisado que a Doña Carmen la van a ver de todos lados y que solo recibe los miércoles, se dice que es muy milagrosa, por las dudas me guardo la cadenita de San Cayetano a ver si se ofende porque le llevo una competencia.

Será el último cartucho que me juego, ya reclamé por las buenas, presenté todos los petitorios posibles vía el sindicato, y también por la no tan buenas, y si, reconozco que la furia me salía por los poros y esa pintada en la pared de la casa del gerente de la metalúrgica tenía mi firma. ¡Tilingo de mierda! No sabe lo que es quedarse en la calle con tres pibes.

Después de pagar mi pasaje me siento al lado de una mujer flaquita con un pañuelo en la cabeza, me sonríe a través de su mirada en una cara despoblada de color y de cejas, alarga su mano huesuda y regala un –¡ Graciela, mucho gusto!, al escucharla, en el asiento de atrás se suma la pregunta de una señora canosa – ¿A qué distancia está Las Numancias?, – A unos 60 km, más o menos, yo trabajé en la escuelita del paraje haciendo una suplencia, responde una joven bajándose los auriculares de las orejas, mientras extiende un paquete con bizcochitos para convidar.

Al girar puedo cerciorarme que la totalidad del pasaje es femenino, confirmando mi hipótesis que quienes apelamos hasta el último recurso somos las mujeres, dejando de lado cualquier pudor y reparo, el deshonor es no haberlo intentado, decía mi abuela, que de batallas sabía y bastante.

La sacudida del transporte en cada pozo nos recuerda lo que olvidan los políticos, cada una se agarra con fuerza con la misma convicción de encontrar una salida en esa consulta a “la prodigiosa”.

Frente a un ranchito humilde, donde corretean las gallinas y los perros husmean a los “pacientes”, hacemos una fila buscando el escaso sol de junio.

Una chica de unos doce años, que presiento como la nieta, nos hace entrar de a una, mientras el resto aguarda con resignación.

Atravieso la puerta descascarada y detrás de una mesa de madera una mujer con más arrugas que dientes me invita a tomar asiento con un gesto de su mano oscura, me observa detenidamente a través de sus cataratas por varios minutos en el más absoluto de los silencios. Enciende un cigarrillo, aspira el humo y escupe sobre el piso de tierra, luego va a buscar un frasco con un líquido verde mientras agrega: – veo traiciones en tu vida, pero la dama blanca hará justicia en tu caso, toma en ayunas una cucharada de este preparado, y que la buenaventura te acompañe hija.

Con más dudas que certezas regreso al transporte, allí mis compañeras de viaje comparten el mismo gesto de desilusión, el traqueteo comienza, algunas cabecean adormilándose, pero el sacudón despabila. El chofer nos indica bajar para desencajar del barro al minibús.

En una especie de banquina armamos un improvisado fogón donde la palabra se comienza aflojar con el mate, y la historia de los males se exorcizan en la boca de cada una. El abandono de un hombre casado, un hijo que en su afán de conquistar horizontes se había olvidado de la existencia de su madre, infidelidades y miserias.

En un momento las nubes ceden y dan lugar a los rayos blanquecinos de una potente luna llena, y ante la ausencia de sonidos una atmósfera mágica se impregna en el ambiente, cada una de nosotras entrecierra los ojos para conectarse con esa marca ciega de la luna en nuestra cabeza.

Subimos encolumnadas al transporte casi flotando por la experiencia sin pronunciar palabra alguna.

El traslado nos mece como una barcaza de amazonas triunfantes, coleccionistas de eslabones rotos de regreso a nuestras orillas, sabiendo que un milagro alteraría el ritmo de las cosas.

15- MORIR PARA CONTARLA por Susana Huarte , Castro Urdiales.

Ya con la escritura en mano, Clara asomó la cabeza en la oficina de Roberto, el agente inmobiliario del banco que les había mostrado el piso en un principio.

– ¿Nos podría decir quién era el dueño anterior?

-Lo siento, es confidencial, protección de datos – contestó amablemente Roberto.

Casi corriendo por las escaleras, con las llaves en la mano, llegaron al cuarto y último piso del antiguo edificio, estilo francés, ubicado en la esquina de Figueroa y Pelayo. Solo lo habían visto una vez y se habían enamorado de él. Era un gran ambiente, solo el baño separado, una escalera de madera conducía a una buhardilla ubicada sobre la zona del dormitorio. Las paredes estaban tapizadas por libros que había dejado el anterior dueño, así como el escaso mobiliario. En el medio de la buhardilla, había un escritorio de madera maciza donde reposaba una vieja Olivetti, ubicada frente al maravilloso ventanal que brotaba hacia afuera del tejado.

Clara recibió un mensaje en el movil que estaba llegando el camión de la mudanza.  Pasaron el día acomodando su nuevo hogar.

Por la noche, mientras cenaban, sonó el timbre. Era la vecina del piso de abajo, venía a darles la bienvenida. Conversó con Clara unos minutos y ya, despidiéndose, les sugirió que no dudaran en llamarla si tenían algún incidente, a cualquier hora, les remarcó. Tras la conversación con la vecina, Clara quedo un tanto ensimismada.

Extenuados, se fueron a dormir.

-Nico ¿escuchas?

– ¿Qué pasa?

-Alguien está tecleando arriba- susurró Clara con un hilo de voz, temblando como una hoja.

-Déjame dormir, por favor.

– Oye, oye

Nicolás se sentó en la cama y se quedó inmóvil. No escuchaba nada. 

-Duerme por favor.

-Te juro que alguien estaba escribiendo en la vieja máquina.

Clara se tapó con la manta y trató de conciliar el sueño. La historia que le había contado la vecina acerca del anterior dueño le había impresionado. El piso había pertenecido a Ignacio Quirós, un famoso escritor que los últimos años los había pasado muy mal, sin publicar, se había endeudado con varios préstamos. Por ello, el piso se lo había quedado el banco. Lo habían encontrado muerto, debido a un paro cardiaco, sobre su máquina de escribir.

A Clara le empezaron unas terribles ganas de hacer pis, pero se moría de miedo. Pasado un rato, llegó a la conclusión que no podría dormir sino iba al baño.  Se levantó sigilosamente, fue caminando hacia el cuarto, mirando de soslayo hacia arriba. Encendió la luz y empujó la puerta con el pie. Al entrar, trabó la puerta y se sentó en el inodoro. La luz comenzó a parpadear. Terminó rápidamente para salir huyendo, pero la puerta se había trabado y la luz continuaba parpadeando. Ya desesperada, comenzó a llamarlo a Nicolás.

-Apártate de la puerta- le gritó Nicolás.

 La abrió de una patada. 

-Es una cerradura muy vieja, no la vuelvas a trabar. El foco estaba flojo- dijo disgustado.

Se acostaron y el repiqueteo de la máquina de escribir comenzó acelerada y sonoramente. Nicolás, esta vez saltó de la cama. Ambos se miraron en la oscuridad, solo atenuada por la luz de emergencia.

De pronto, se escuchó un ruido más fuerte, como si algo se hubiese caído. Lentamente, de la mano, empezaron a subir peldaño a peldaño. Había vuelto el silencio. Al llegar al último escalón vieron que una librería se había venido abajo y en el centro estaban, como si fuera un abanico, cientos de folios escritos a máquina, perfectamente ordenados por capítulos. El primero de los folios tenía el título de” La sinfonía inconclusa” por Ignacio Quirós y el último folio era una página en blanco.

Ambos paralizados, aterrorizados, con ganas de escapar, presenciaron el reinicio del repiqueteo en la máquina de escribir, podían ver como las teclas se hundían solas, para escribir en el folio.

Tras unos segundos, una frase había quedado impresa.

“Quién sabe, puede que la vida sea la muerte, y la muerte, la vida” Eurípides.

16-DESDE LA ROMPIDA por Isabel Mateos Ruiz, Castro Urdiales.

La historia que os voy a contar es una de esas que, tras leerla, uno se queda con la sensación de que te están tomando el pelo. ¡Anda ya! Es la primera expresión que viene a nuestra boca para luego, tras encenderse todas las lucecitas que llevamos dentro, llegar a la conclusión de que …en verdad, aquí no estamos solos.

De esta historia me enteré por casualidad hace unos meses. Me la contó una señora que en su juventud tuvo contacto con la protagonista. Os cuento.

Pues entre bromas y risas al salir del gimnasio, hablábamos de ombligos. Sí de ombligos. Parece muy banal, pero a mí siempre me atrajeron los ombligos. Los redonditos y planos, los abultaditos, los ovalados y ¡los verticales! Sí, sí. Los verticales. Estos últimos me tenían intrigada. ¡Con lo mayor que soy! Y es que los ombligos se “ verticalizan “al relajarse los músculos del vientre ¡y yo sufriendo por tenerlo redondito!… es que algunas veces…

Bueno mientras reíamos ingenuamente, ésta señora se puso muy seria palideciendo de repente ¿Te pasa algo? Pregunté y entonces nos relató lo que muchas veces había intentado olvidar sin conseguirlo.

Contaba que hacía los años sesenta, vino a vivir al pueblo una mujer muy peculiar. Era una pelirroja esbelta, con ojos bellísimos color caramelo.

Al poco de llegar, ella quedo embarazada, no se sabe de quien, y las tardes, tanto en invierno como en verano, las pasaba en la playa ensimismada hasta que finalizó su embarazo.

Sería por abril cuando una mañana pareció con un bebe en brazos. Había parido a la criatura sola y se la veía contenta y recuperada. El bebe era pálido, de una palidez azulada. El cabello rojizo y, en sus manitas, en vez de cinco dedos, tenía solo cuatro. No era lo habitual, pero, algunos bebes nacían con seis dedos. Seguro que se acostumbraría y no tendría problemas.

El niño crecía si aparentes síntomas de ninguna de las enfermedades habituales en ellos. Ni sarampión, ni varicela …No se oyó nunca llorar ni tampoco nadie vio en sus labios, jamás, una leve sonrisa.

Era muy pequeño cuando la madre le llevaba la playa y allí permanecían hasta que, ya cayendo la tarde, le señalaba el horizonte.

Un atardecer de otoño se la vio sumergirse en el agua con su hijo en brazos. Resultó extraño pues, la mar de fondo enturbiaba las aguas y hacia cimbrear el cuerpo de la mujer peligrosamente. En pocos minutos se desató una fuerte galerna y el bebé fue engullido por una ola gigante. Ella braceó desesperada intentando rescatar a su pequeño sin conseguirlo para luego dejarse mecer, ya sin fuerzas, por las olas que poco a poco fueron calmándose.

El mar, misteriosamente, se había tragado al niño y podía decirse que “¨vomito” a la madre sobre la playa con un hilo de vida.

Su estancia en el pueblo había sido un misterio y más cuando se descubrió su cuerpo sobre la arena, despojado de toda vestimenta, mostrando su vientre perfectamente liso, sin ombligo, ni marca alguna… ¿y el de su hijo? Esto nunca lo sabremos.

La mujer, tras unos días de recuperación, recogió sus pertenencias y se fue sin informar a nadie su nuevo destino.

Aquella mañana acabamos el café sin el buen humor con que lo habíamos comenzado. Cada una estoy segura se fue a su casa con el ombligo que le había tocado en suerte y … dando gracias por tener uno, redondo, abultado o vertical.

17- LA FOTOGRAFÍA DE LA ABUELA por Viviana Fernandez, Tandil.

Una sólida casona de estancia con árboles añosos rodeada de un extenso parque verde, con un horizonte de médanos y cortaderas. Cuando cambia el viento se oye el rumor de las olas, cuando hay silencio se acercan los ciervos.

Una amplia galería rodea el perímetro, con cómodo espacio para disfrutar del atardecer desde las poltronas.

En los señoriales pasillos interiores se recorren cuadros y adornos de la herencia familiar, entre ellos uno enorme .Es una fotografía del 1900,  un  retrato de una mujer de mirada altiva y figura elegante.

Así es la casa del campo de Mar de Ajó que el ingeniero recorre mensualmente para orientar las decisiones sobre los cultivos. Él ,un hombre pragmático, racional y sociable. También muy perceptivo.

-Larga recorrida me tocará esta semana, quizás me quede a dormir en el campo -, asi comenzó nuestra  conversación .

Había en el aire una duda , su voz denotaba cierta incertidumbre.

-¿Y por qué razón no te quedarías ?

-Esa casa …es que no me divierte quedarme ahí .

-¿Vos lo decís por una cuestión de  seguridad?- le pregunté.

-Mmnn…

-Es que la primera vez que decidí llegar allí al atardecer para descansar y arrancar temprano… se dio  la primera situación rara.

-Ni bien nos sentamos a desayunar al día siguiente con Pablo, el propietario, con quien tenemos un trato personal y laboral pero no de mucha confianza, me preguntó  Manuel  fuiste al baño anoche?

-¡No Pablo! contesté sorprendido.

-¿Pero seguro que no te levantaste al baño ?

-No Pablo, dormí de un tirón. .¿por?

-¡Ahhh!-, esa fue toda su expresión .

– ¿A qué vas con esta historia?, agregué  impaciente.

-Escucháme y vas a ver…

 Volví a quedarme a dormir en el campo de Mar de Ajó

.-¿Te acordás?

-Cuando llegó la hora de retirarse a las habitaciones , me previne. Por las dudas trabé la puerta con una silla…

En la casa esta vez dormíamos sólo  el dueño y yo.

En medio de la silenciosa noche , me desperté y escuché con perfecta claridad pasos que se acercaron a mi puerta y se detuvieron, y luego  se alejaron hasta  la puerta mosquitero de la cocina cuyo crujido reconozco perfectamente.  Se abría y  secerraba.

-Respiré hondo y me volví a dormir.

-A la mañana siguiente la pregunta obligada casi en ayunas

-Pablo ,¿te levantaste al baño anoche?

-No Manuel!..

-Es que sentí pasos anoche.

-Ahhh..

-Cuando llegó  el encargado  con el mate insistí queriendo averiguar.

–Che Flavio, anoche escuché pasos y la puerta que se abría..

-Ahh si, es la abuela!  contestó con naturalidad .

-¿Qué abuela?  pregunté sorprendido

-¿No viste arriba la foto de la abuela de Pablo? Aunque ahora el retrato no está porque la llevaron para restaurar…me explicó Flavio.

-Bueno y mi última visita fue en el verano. La vez que me prepararon la habitación  arriba.

 –Uff ,pensé … más cerca del lugar de la foto de la abuela. Encima esa noche había bastante viento del mar.

-Me acosté , empecé a sentir el golpe de los postigones. Seguro es el viento.. Sin registrar si sentía o no miedo me levanté y cerré bien el ventanal. Salí al pasillo y cerré todas las puertas para evitar un nuevo sobresalto y dejé la luz encendida .

-Bueno y me dormí . Para mi sorpresa cuando me levanté todas las puertas estaban abiertas y la luz apagada.

-¿Te das cuenta ahora por qué dudo en ir  a ese campo a dormir?

Claro , ahora te comprendo respondí y me quedaron muchas preguntas rondando..

-Se tratará verdaderamente del espíritu de la abuela? ¿por qué Pablo no cuenta nada? ¿Quién era, qué hizo durante su vida y cómo murió la abuela?

Tendré que esperar nuevas visitas del ingeniero al campo de Mar de Ajó para recorrer el camino de este misterio , si es que se anima.

36 respuestas a «SUCESOS PARANORMALES»

  1. – Mi voto es para el 12, La mancha de humedad, muy emotivo
    – en segundo lugar para el 5, Presencia, extremadamente tierno
    – en tercer lugar el 15, Morir para Contarla, inquietante.

  2. Cada nueva edición me resulta más complicado votar… ¡hay relatos muy buenos!.

    Votación:

    15._ Morir para contarla, (relato de quitar la respiración…perturbador y escalofriante).
    12.- La mancha de humedad, (el amor trasciende y encuentra vías de seguir arropándonos, a pesar de la ausencia).
    10.- Un lugar en el mundo (los fantasmas que nos acompañan, ¿son propios o ajenos?).

  3. Mi Podio:
    1°.- Para el N°12 – «La Mancha de Humedad»
    2°.- Para el N° 15 – «Moriri Para Contarla»
    3°.- Para el N° 2 – «El Pasillo»

  4. Toda una muestra de imaginación en cada uno de los relatos!! Qué difícil ! Elijo en primer término el Nº 16 Desde la rompida, por la atmósfera de complicidad que logró desde el comienzo, el giro hacia un tema que parece banal como los ombligos y un cierre fantástico.
    El Nº 15 Morir para contarlo tiene todos los ingredientes de una narración que estremece hasta el final. Y el Nº 2 El Pasillo crea un clima de asfixia que comprime y provoca temor.

  5. Cuántas buenas historias! En primer lugar 14 «Conjuro de luna»me gustó como la narrativa te introduce rapidamente en la historia y cómo están retratadas las escenas. En segundo lugar «La mancha de humedad» por cómo se devela la historia en el final .

  6. Muy buenos todos los relatos, dificil elegir….
    1- La débil escencia de nuestra existencia, sensaciones y temores que todos experimentamos en algún momento.
    2- El pasillo 9- Elegí a Palermo, ambos relatos me produjeron escalofríos

  7. Felicitaciones a todos los participantes por haberme hecho pasar agradables momentos y hacerme volar la imaginación, mientras leía sus cuentos!
    Voto por el nr 12 .

  8. Mi voto es para el número 9 «Elegía a Palermo»
    Me atrapó desde el principio la descripción en el relato, cada detalle, contado de una manera que me sentí parte de ese escenario porteño. Un final sorprendente y sobre todo me encantó la cita del poema de Borges!

  9. Todos excelentes!
    Voto por la 12 La Mancha de humedad
    El relato me lleva al pasillo y habitación de mi abuelo en la quinta de Tres Arroyos y también a ese temor q le tenia a pasar x allí cuando tenia q ir al baño (siempre me acompañaba mamá)

  10. Realmente me ha sido muy difícil elegir a quien ubicar en primer lugar. Elegí 6 relatos, aunque en realidad un poco más, un poco menos, me han gustado todos .
    1- El pasillo ( numero 2) me transportó a ese pasillo, a esa cama, me hizo sentir miedo. Me hizo vivir el momento aterrador.
    2-Conjuro de Luna . Me fascinaron los personajes del autobús, la descripción del lugar donde estaba la curandera y el mensaje: el influjo natural de la luna fue más poderoso que la hechicería.
    3- Un lugar en el mundo, original, me creó mucha intriga y el final es abierto, tiene mucho ritmo.
    4-La mancha de humedad, simplemente entrañable, final precioso.
    5- Agapita y los sueños extraños, un final espeluznante, nunca pensado.
    6- Elegia a Palermo, un final entrañable a una descripción muy buena.
    Gracias a todos, maravillosos textos.

  11. Mi voto para el Nº 4 El pasillo. Lo que amamos siempre lo percibimos a nuestro lado.
    También el Nº 14 Conjuro de luna. Cuando hay fé en solucionar algún problema, la inocencia se apodera de nosotras y cualquier mínima señal nos reconforta.

  12. Lo verdaderamente paranormal es el nivel que disfruto cada tanto, independientemente del tema, enhorabuena, de nuevo me han gustado muchos, pero doy mi voto a 9.Elegia a Palermo, me ha encantado el giro final y hago mencion a 12. La mancha de humedad, por ser una encantadora historia y 15. Morir para contarlo, clásica historia de alma atormentada que no se puede ir de este mundo sin cumplir su ultima voluntad, en este caso su ultimo libro inconcluso, muy entrañable entre escritores

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